Congelar un pensamiento, una sensación, un estímulo. Hacer de una emoción algo permanente en el tiempo para tratar de reflexionar sobre quién he sido, quién soy y en quién me quiero convertir. La fotografía me ayuda a entender mi entorno para poder compartir mi visión del mundo y protestar contra todo lo que rechazo. Es una forma de contar lo que no soy capaz de verbalizar. Un arma de expresión masiva contra el miedo y el control. Porque nuestra palabra tiene mucho más poder del que pensamos. ¡Que se me escuche alto y claro! ¡Que se os escuche alto y claro!
La fotografía me ayuda también a asimilar, interiorizar y simplificar las circunstancias que me rodean y, sobre todo, a querer ser partícipe de mi realidad colectiva. Es este sentimiento colaborativo el que me lleva a desarrollar una mirada propia: busco en los contrastes, en lo que está oculto pero se revela. Una mirada, una reacción, una intención. Lo que de forma desapercibida capta mi atención en medio de todo, o de la nada. Incluso en la oscuridad intento encontrar las sombras.
Me interesa el instante, lo efímero. Una mirada pictórica manchada por el ruido de las circunstancias que intenta indagar sobre el paso del tiempo, las desigualdades sociales, la soledad y la muerte. Al fin y al cabo, para mí lo “bello” es el principio de lo terrible que todavía podemos resistir. Así que resistamos. Resistamos juntos..